Creo que si Pastora Soler hubiera
mirado el pulsómetro de alguno de los ciclistas que participaban en la vuelta
2001 (por ejemplo, subiendo los lagos de Covadonga), en la cual su canción era
la "banda sonora", habría cambiado el congelado por el desbocado.
Cuando retomé el ciclo-indoor, el mío señaló 177 pulsaciones... ¡vuelvo a ser
deportista!
En vacaciones conseguí subir un
puerto: el Coll de Fredes. De los "largos y tendidos" (no
hay foto, no quiero torturaros con más selfies): desde La Sénia son 22 km,
prácticamente todos de subida suave, con algunas rampas de hasta el 12%. En estos puntos la
rodilla sí se resintió, tanto fue así que tuve que hacer un alto a mitad de
camino para estirar y poder continuar. Pasado dicho estiramiento, el puerto se me empezó a hacer largo... y entonces me di cuenta:
conocía esas sensaciones. No era la lesión, sino el esfuerzo de siempre, cuando
crees que no puedes más, buscas ese punto extra y controlas la mente para
pedirle más al cuerpo. Tengo que reaprender a tolerar el dolor.
Tanto me había acostumbrado a no
forzar por la lesión, que se me había olvidado el sufrimiento que conlleva
pasar del ejercicio físico al deporte. Me acordé de cuando subí por primera vez
Navacerrada por las siete revueltas, y lo que tantas veces he dicho a los
deportistas con los que trabajo: controla el pensamiento, cuenta
hacia atrás de tres en tres desde mil, piensa en otras cosas, olvida el dolor
de piernas, sigue, imagina la recompensa cuando llegues, mira lo que llevas
subido y no lo que te queda por subir del puerto, persiste, el dolor significa
progreso, continúa...
Y llegué arriba.
Mi primer puerto tras la lesión. Prueba superada. Ya va
quedando menos... Bajando llovió pero por poco tiempo, me mojé pero como hacía
calor me había secado cuando aún todavía quedaba medio puerto por bajar. Casi
lo agradeces...
Este mes volví al gimnasio. Probé la bici elíptica y aunque
molestaba un poco la rodilla, aguanté 40 minutos. Pero a pesar de ponerme mi
propia música me parece muy aburrido. Vuelvo al ciclo-indoor, como adelanté al
principio, a ver qué tal. ¿Aguantaré la clase entera aunque no ponga tanta
resistencia como pide el profesor? Pues sí. Los 55 minutos, el tope de las 177
pulsaciones, 156 de media y 480 kilocalorías quemadas. Y la rodilla no duele.
¡Bien!
A la salida de la clase pasé por el tatami. Saludé a mis compañeros de
karate de la mañana, me preguntaron y les puse al día de cómo voy. Miré ese suelo rojo de
colchoneta remarcado por la banda azul. Es como si por mis ojos entraran todas
las sensaciones que allí he vivido en los 17 años que llevo en este gimnasio.
Recordaba los sonidos: el roce del karategui con el cuerpo en el retroceso del
puño (hikite), los gritos al unísono en la última repetición de una técnica o
en los katas, el trotar del calentamiento, la imagen de todos en el espejo... Qué nostalgia, cómo lo echo de
menos. ¿Cuándo podré volver? Si, total, el médico me dijo de 4 a 5 meses... de
Mayo a Septiembre ya son los 4...¿podré volver en Octubre?
Tras la clase de karate había una de zumba. Voy a ver cómo
es, que a mí bailar me gusta. Je, pues parece divertido, y menos intenso que el
karate. Igual me viene bien, si voy con cuidado en los giros y saltos. Le
preguntaré al traumatólogo cuando vaya a revisión.
Otro día decidí entrar al tatami a ver
qué tal me movía haciendo posiciones, antes de que empezara la clase de las 10.
En la rehabilitación estaba trabajándolas apoyando un pie en el disco inflado.
Notaba ciertas molestias, así que fui con cuidado. Le estaba contando a un
compañero que más que la patada con la pierna "mala", me preocupaba
más poner ésta de apoyo, sobre todo en el mawasi (patada circular) porque
implica cargar todo el peso del cuerpo en la misma mientras rotas la rodilla. Hago una prueba
con mucho cuidado y apareció la versión globera del karateka:
- Hay
que girar el pie de apoyo, por eso no te sale bien -me dice un menda con tantos
kilos de más como humildad de menos.
El iluminado de turno. Casi treinta
años haciendo karate y no voy a saber cómo se hace una de las patadas más
básicas. No era de los habituales, no le había visto hasta ese momento. A ver,
alma de cántaro, si aunque no me conozcas has oído que estoy lesionada, no
vayas de sobrado, que a lo mejor hasta tengo más danes que tú, aunque vista culote
y camiseta en lugar de karategui. En fin, que hice lo mismo que con el
graciosillo del "despacito", o sea, ignorarle.
El 12 de Septiembre fui a la revisión con el galeno que me
operó. Pregunta obligada ¿cuándo puedo volver a karate?
- ¿Cuánto
tiempo aguantas corriendo?
- Como
5 minutos (eso era antes de las vacaciones, luego con la bici no volví a
correr).
- Pues
hasta que no corras 20, nada. Espera un par de meses.
- Pero...
¿correr 20 minutos aunque me duela?
- No,
correr 20 minutos sin dolor.
Dos meses más. Jopé.
- ¿Y
zumba puedo hacer?
- Emmm,
bueno...
No dijo ni sí ni no ni todo lo
contrario, pero sonaba a un "cuidadín" sin ser un "no"
rotundo como el del karate. Habrá que probar, pues.
Regresé un día más al tatami antes de
la clase de las 10. Me puse a repasar katas con sumo cuidado, por lo menos que
no se me olvidaran las últimas que aprendí antes de la lesión. Llegó el maestro
a dar la clase y se mostró muy afectuoso conmigo, quiso saber qué tal iba y le comenté
que el traumatólogo me ha dicho que dos meses más para volver.
- Hazle
caso al médico. Pero estás en la sala ¿no? -me pregunta.
- Si,
haciendo elíptica y corriendo en la cinta.
- La
bici también va bien.
- Lo
sé, soy ciclista, he estado todo el verano dando pedales.
- Si
quieres quedarte a la clase, puedes hacerlo.
- Muchas
gracias, termino de repasar las katas y me voy, que tengo trabajo.
La clase comenzó. El saludo,
calentamiento en el sitio... jo qué ganitas...
La siguiente vez que me puse a
correr en la cinta aguanté diez minutos. Dime qué tengo que hacer para volver a
karate y lo haré. Es mi objetivo. Y no lo voy a perder de vista.
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