martes, 16 de enero de 2018

CAPITULO 13: VOLVER


Vaya, no pensaba que había pasado tanto desde el último artículo ¡casi 4 meses! El último trimestre del año no he parado y aunque quería escribir no me ha sido posible. Entre ese artículo y el que escribo ahora he de decir que conseguí correr los 20 minutos la semana siguiente, seguí practicando zumba, corriendo en la cinta, y empecé a entrenar posiciones en karate y repasando katas despacito cuando el tatami estaba libre, para irme probando. Poquito a poco fui notando progresos pero hice caso al médico y esperé para regresar a las clases de karate propiamente dichas.

En un libro sobre lesiones deportivas y psicología que empecé a leer (y que dejé) el autor, médico por más señas, desmembra el significado del deporte como si estuviera haciendo una operación a corazón abierto y te hablara de arterias, venas, pericardio, válvulas… y cómo se acelera, simulando un coche, en función de la interpretación que haces de lo que te rodea y tus características de personalidad. No sé si el autor es o ha sido deportista, porque no lo detallan en su extenso currículum que figura en el propio libro, pero estoy por asegurar que está viendo el concierto desde la grada sin haberse subido jamás a un escenario y sentir en sus propias vísceras lo que se vive ahí arriba.

El deporte, al menos para mí, no es sólo un ejercicio sujeto a una normativa, con unas reglas, un esfuerzo físico, una competitividad o un afán de superación. Seguro que los deportistas que me estáis leyendo estáis ahora evocando las sensaciones que os produce. Puede que las explique mejor un bioquímico que un psiquiatra, porque dicen que somos un compendio de sustancias e impulsos eléctricos, pero seguiría siendo una explicación en la que no cabe todo lo que te hace sentir el deporte.

En todos estos meses he podido seguir practicándolo, por suerte, y me he ido encontrando fuerte a medida que veía que podía nadar más largos, subir puertos en bici, correr seguido en la cinta más tiempo, e incluso pegar botes bailando. Pero me faltaba el broche final. Me he dado cuenta más que nunca de lo intenso y duro que puede ser el karate cuando mi rodilla protestaba más al pisar fuerte para marcar una técnica que corriendo.

Y por fin llegó el día. Consulta con el traumatólogo el 14 de Noviembre. 

- ¿Puedo entonces volver a karate?
- ¿Cuánto hace de la operación? ¿Cuatro meses?
- Seis.
- ¡Claro! ¡Con seis meses sin problema!
-           
Regresé de la mano de mi maestro al día siguiente, para qué esperar más. Y las sensaciones fueron mucho mejor de lo esperado. 8 meses y dos días después de mi última clase, aquella en la me di cuenta de que la lesión era grave. Un poco de molestia al principio, y a medida que calenté, dejé de notarla. Todo bien. Puedo volver a hacer karate con normalidad. Vuelvo a mi clase de la tarde.

Qué es el deporte. Qué es el karate. Cómo lo diría. Como lo expresaría...

Un día tras otro volviendo a casa tras el trabajo pasando cerca del gimnasio pensando qué día de la semana es para imaginarte si tus compañeros están entrenando o no, deseando estar de nuevo sobre el tatami, y al fin llega ese momento.

¿Cómo explicar el sentimiento de volver a ser tú misma cuando te miras en el  espejo al hacer una técnica? ¿Cómo explicar, como si estuviera en Star Wars, la sensación de notar la fuerza en tu interior al lanzar un brazo con velocidad concentrando toda tu energía en el último momento? ¿Cómo entender el goce dentro del dolor, la energía en el agotamiento, los pulmones más anchos cuando te falta el aire? Y la inercia de tu cuerpo respondiendo al conteo del profesor como si fuera un acto reflejo.

Sé que es difícil de entender para quien no hace deporte, y al decir esto puedo parecer una adicta, pero si no puedes practicarlo es como si te faltara algo. Supongo que si lo tuviera que dejar de forma definitiva me buscaría algo que rellenara ese hueco, pero hoy por hoy, me alegro de haberme operado, de pasar esas horas en rehabilitación, de luchar por recuperarme, de perseverar en el intento, porque la recompensa merece la pena.

Aún queda camino, la rodilla no está al 100% y por ello tomo muchas precauciones sobre todo a la hora de saltar, y se resiente si la cargo mucho (sobre todo con las sentadillas), pero si todo va bien, mi siguiente reto es conseguir el tercer dan.

Y para los que tengáis que pasar por una experiencia como ésta, recordad que el esfuerzo merece la pena, y que si mantenéis alta la motivación y la ilusión por recuperaros, es casi seguro que lo conseguiréis.

¡Que la fuerza os acompañe! 




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