Estaba "jardineando" cuando al dejar unas hierbas
arrancadas diviso algo nuevo: pelo marrón con distintos tonos, y unos bonitos
ojos azules.
- ¡Hola, pequeño! ¿De dónde has salido tú?
Un precioso gato siamés estaba tan tranquilo sobre el césped
mientras mis dos gatos lo observaban. Cetín parecía mirar con curiosidad
mezclada con indiferencia mientras que los ojos verdes de Leoncio estaban fijos
en nuestro "invitado", que no mostraba perturbación alguna. El gatuno
príncipe azul no veía amenaza en ese gato que es pura miel cuando restriega su
cara contra tu mano para que le acaricies, y que ronronea como si se hubiera
tragado un acordeón si le rascas la barriga. Pero en realidad a su mirada sólo
le faltaba la banda sonora de "el bueno, el feo y el malo". De repente
salta sobre el siamés que sale disparado hacia la finca contigua. Se oyen
maullidos de pelea mientras grito a Leoncio que pare, no puedo verlos porque la
valla está cubierta de enredadera. No sabía que hacer para evitar que se
dañaran y salí corriendo a
por la manguera para echarles agua. Cuando llegué ya se habían ido, y al poco
Leoncio regresó y se puso a acicalarse, tan tranquilo. Aquí no ha pasado nada.
Pero si. De repente caigo.
¡He corrido! ¡Por primera vez desde la lesión!
Y no me ha dolido, la rodilla ha
respondido. Ha pasado un mes exacto desde la operación y ya hay dos cambios
importantes: puedo correr y subirme a
una silla poniendo primero la pierna buena sin miedo a que me pegue un
cebollazo la mala al dejarla colgando. Hubiera intentado correr antes si no me
encuentro voces que me dicen: "no te lances, ve con cuidado". Bueno,
pues por lo menos puedo intentar trotar. Podré sentirme un poco deportista...
Empecé la rehabilitación el día 2 de Junio. Me tocó una
chica joven, pequeñita, con menudas manos y uñas pintadas de rosita, pero con
mucha fuerza en sus dedos (que se lo digan a mi cicatriz...). Ejercicios: subir
un escalón sobre la pierna mala, ponerme encima de un círculo inflado
(ejercicio de propiocepción), sentadillas muy suaves con un balón de Pilates a
la espalda, y presionar un aro y una pelota de goma con los cuadríceps. Más el
tratamiento de los fisios. Subiendo el escalón me di cuenta de que me dolía y
seguí. Me acordé de cuando subo Morcuera. Las piernas duelen y sigues. Así es
la bici. Pero claro, caí en que quizá no sea lo más adecuado cuando te estás
rehabilitando de una lesión y aflojé. Ojo
a esa inercia: parad. Stop. El dolor ahora no indica progresión, es una
advertencia para que vayas más despacio.
En estas dos semanas de rehabilitación se nota la mejora física,
doblo más de 90º, las muletas están más que olvidadas y prácticamente no cojeo
aunque camine a buen ritmo. Las escaleras las bajaba primero seguidas con un
pequeño saltito, ahora ya sin salto. Pero tu
mente pide más. Necesita su dosis de endorfinas. Mi alegría habitual, mi
optimismo, siguen ahí cuando estoy con gente, trabajando, charlando, porque me
distraigo, pero las mañanas se hacen duras porque amaneces de bajón, y momentos
en los que antes te sentías bien porque sí, ahora es como si te faltara la
energía. El dolor es tu compañero inseparable:
cuando tienes la pierna estirada mucho rato, te duele, cuando la encoges, te
duele, cuando estás mucho rato sentada, te duele al levantarte, cuando llevas
mucho rato andando, te duele porque se carga, duele cuando el fisio te masajea
la cicatriz para quitar adherencia, duele cuando te dobla la pierna hacia atrás
para ir ganando ángulo... y aunque el dolor sea tolerable, todo esto te desgasta emocionalmente.
Mis dos deportes más practicados al ser tan diferentes me
aportan asimismo sensaciones distintas. La
bici es un esfuerzo largo y continuado al aire libre, que te permite
oxigenar los pulmones y te da dosis extra de endorfinas. El karate es intenso y bajo techo, pero supone una progresión continua y un aprendizaje de control del
propio cuerpo. Llevo más de un mes sin esas endorfinas y sin esa ilusión por aprender
o perfeccionar un kata. De ahí esa falta de "pilas" que siento a
menudo.
Por eso, recién empezada la rehabilitación intenté subirme al rodillo. Me puse
incluso las zapas con calas incluidas. Casi muero de miedo. Me costó muchísimo
subirme a la bici y una vez arriba como se me ocurrió meter la cala luego me
dio pánico no saber sacarla y que la rodilla me volviera a crujir. Notaba que
interiormente temblaba. No quise volver a subirme en toda la semana. Era un caso claro de estrés postraumático.
Me quedé sensibilizada por el dolor de la retirada del drenaje, aún era reciente. Lo dejé
pasar, porque sabía que si me forzaba iba a ser mucho peor.
Una semana después volví a intentarlo (sin calas) y se fue
el miedo pero al subir la rodilla dolía bastante, así que no me quise
arriesgar. Un tercer intento fue el pasado miércoles, asimismo me dolió al
principio, pero menos. Remitió un poco y seguí dando pedales pero el dolor no
bajaba y decidí no hacer más de cinco minutos. Vuelvo a repetirme mi palabra talismán: paciencia. Y
pienso en otra alternativa: nadar. Con el calor que hace, además, apetece,
aunque iré a piscina cubierta. Le pregunté a los fisios de la clínica de
rehabilitación. y me dan el visto bueno.
Por otro lado, el pasado viernes en la clínica, en lugar de
cogerme mi bajita de ojos verdes me trató otro fisio, un chico alto y moreno. Boca abajo en la camilla, vamos con el ejercicio de doblar.
Me planta una mano en la rodilla y con la otra empuja hacia abajo mientras la dobla
para seguir aumentando el ángulo.
- Cuando te deje de doler me avisas.
La rodilla tiraba, como siempre, pero al rato se pasaba el
dolor y se quedaba solo la tirantez. Cuando le avisaba, empujaba para doblar
más. Y entonces me di cuenta de que si
me centraba en relajarme dolía menos. Volvemos al dolor emocional: sigue
ahí. Con este nuevo ejercicio he conseguido doblar más y que se pase el dolor
que a veces notaba al subir escaleras.
Consejos: cuesta,
pero recordad que si intentáis relajar la zona lesionada se recuperará antes. Probad
también, aunque os llamen "locos" a daros un poco más de caña, eso
sí, con mucha precaución. El fisio me
dice que si no duele, puedes seguir. Respecto al "bajón", sed
conscientes de que es esa falta de ejercicio físico, no lo achaquéis al jefe o
la familia política ;). Y por último... vuelvo al consejo de antes de operarme:
si no puedes hacer un deporte prueba con otro ¡vamos a nadar!