jueves, 20 de abril de 2017

CAPITULO 3: ME ROMPÍ

Tenía revisión al día siguiente de mi intento de regreso al karate. Me mandaron una resonancia, como era de esperar. ¿Y entretanto?

-   ¿Puedo hacer bici?
-   Con el sillín alto.
-   Si, claro, es de carretera -no me dedico a pegar saltos por la ciudad.

Seguí con el hielo pero dejé el ibuprofeno porque me dijo que sólo si me dolía, y lo cierto es que no era un dolor continuo, ni intenso. Aquí es donde el tiempo parece alargarse: a ver si llega el día de la resonancia, a ver si llegan los resultados... y aquí están:

Conclusión: Hallazgos compatibles con rotura del ligamento cruzado anterior con foco contusivo óseo asociado y moderado hidrartos. Incipiente condromalacia patelar.

¿Con qué os quedáis? Con lo mismo que yo ¿no? Lo que he señalado en negrita. Lo curioso aquí es que no me sorprendió, lo esperaba. Cuando se lo comenté a las personas de mi entorno me mostraron sus condolencias (ligamento DEP), me preguntaron qué tal estaba, y realmente, no estaba mal. Y es porque no fue una sorpresa. Cuando un ser querido fallece de repente, el duelo es mucho peor que si es fruto de una larga enfermedad, porque te haces a la idea. Habían pasado 18 días de mi lesión, la resonancia me la dieron el 24 de Marzo, y aunque hubiera progresado la rodilla en la primera semana, como comenté, al poder ponerme en cuclillas, seguía notando algo en la parte de atrás, en la corva, que me señalaba que no estaba bien. Cuando te haces un golpe, una torcedura, reposas y vas notando mejoría. Pero mi rodilla seguía igual.

En este punto, hay quien puede sentir que no era tan "invulnerable" como se creía (los deportistas tenemos esa tendencia a pensar que somos muyyy fuertes), y se hunde en la miseria. Te asaltan todas las dudas ¿y ahora qué? ¿Podré volver a hacer karate? ¿Me tendrán que operar? ¿Será muy dura la rehabilitación? ¿Quedaré bien?....

Yo no sé si es que estaba (sigo estando) en fase de negación (la primera fase de un duelo), pero en lo único que podía pensar es en operarme cuanto antes y recuperarme para poder volver a entrenar. Por varios amigos sabía que el ligamento cruzado a veces lo operan y a veces no, pero si quieres volver a hacer deportes como fútbol, baloncesto, esquí, correr, o el propio karate con intensidad (tengo compañeros que entrenan con el ligamento cruzado roto, pero sin forzar) tienes que operarte sí o sí.

-   ¿Qué edad tienes?

El médico había movido mi rodilla para comprobar que no se iba, que se sujetaba, y al contestarle me temí lo que vino a continuación:

-   Puede que no sea necesario operar, primero vamos a hacer rehabilitación   
    para fortalecerte y vamos viendo. Quizá puedas hacer vida "normal".        
-   Pero yo quiero volver a hacer karate.
-   Es que a tu edad... igual aunque te operes tampoco puedes.

Gracias por los ánimos. Qué majo él.

-   Pero si no me opero fijo que no puedo. El ligamento no se repara solo.

Insistí en operarme, rebatiendo todos sus argumentos hasta que accedió a ponerme en lista de espera. Fecha operación: 17 mayo. Pero, lógicamente, no quedé satisfecha porque si me opera a regañadientes... a ver qué me hace.

Faceta psicológica. Voy a hablar de ese sentimiento de "bicho raro" que padecemos muchos deportistas, cuando hablamos con gente que como mucho practica el levantamiento de cubata en barra. No entienden que no nos importe sufrir una operación con tal de volver a entrenar. Como esa cantinela de quien. presumiendo de persona ocupadísima, te salta: "qué suerte que puedes hacer deporte, yo no tengo tiempo". Vamos a ver, me he pasado media vida trabajando y estudiando a la vez y siendo independiente (no viviendo en casa de papá y mamá) y no he dejado de hacer deporte, y no uno, sino varios. No es una cuestión de tiempo, sino de establecer prioridades. Y yo siempre preferí entrenar a ver la tele, que para eso sí suelen tener tiempo los que te vienen con la frasecita.

El otro punto de incomprensión es cuando te ven sudar, jadear, agonizar en el caso de la bici o sufrir golpes en karate, codazos en baloncesto, patadas en fútbol, caídas esquiando. "Qué ganas de sufrir, no lo entiendo, si no te pagan por ello". Pues menuda tristeza me produce valorar lo que haces sólo en función de lo que te renta económicamente. Y pena su poco espíritu de superación.

Pero en fin, allá cada cual, es libre de hacer deporte o no, lo que me cansa es tener que explicar una y otra vez (lo iréis viendo en sucesivos capítulos) que ser deportista implica aprender a tolerar el dolor, a luchar por conseguir una meta, a no tener miedo a tropezar, a interpretar las agujetas como un trabajo bien hecho, y el dolor muscular como progresión.

Continuará...

viernes, 14 de abril de 2017

CAPÍTULO 2: NO PUEDO CONTINUAR

Como me temía, al día siguiente la rodilla estaba peor, andaba medio coja. Tras dos horas de espera en urgencias, me ve el médico, que mueve mi rodilla y dice que los meniscos están bien. 

- ¿Cómo te hiciste la lesión? 
- Al hacer un salto en el calentamiento de karate. 

Hace gesto de negación, pensaba que me iba a saltar lo típico de ¿qué haces a tu edad pegando saltos? Cuando para mi sorpresa me viene con un alegato machista: 

 - A dónde vamos a llegar, ahora las mujeres practican karate… 

Y a continuación me cuenta una anécdota de su lejana Cuba y el autobús (sorry, no la recuerdo, bastante tenía con preocuparme de qué iba a hacer semejante ejemplar de médico con mi rodilla). 

Miré a mi alrededor ¿dónde está la cámara? ¿Es el objetivo indiscreto? 

- Ve a hacerte una radiografía y cuando la tengas vuelves. 

Nada nuevo bajo el sol. La radiografía por defecto. Absurdo, si tuviera algo roto no podría apoyar el pie, pero bueno, habrá que seguir el protocolo. Como esperaba, los rayos dicen que mis huesos no han sufrido percance alguno. 

 - Ibuprofeno y hielo. 

Típico. Pues nada. Al tajo. Pasa una semana y noto que puedo volver a ponerme en cuclillas (antes era imposible). Volveré al gimnasio. Mi profesor me ve y me pregunta. Le digo que no estoy bien del todo. 

 - Pero al menos estás aquí. 
- Si pero porque… -me golpeo el brazo en el punto donde los yonkies se suelen pinchar el caballo. Por algo hice la tesis sobre adicción al deporte… algo debo tener. 

En la clase voy con más cuidado que un equilibrista sobre un precipicio. Intento hacer la patada circular y con la pierna “mala” no hay problema, pero con la otra no puedo porque siento que si roto la rodilla de apoyo me voy otra vez al suelo. Voy aguantando la clase y cuando llegan las técnicas de combate por parejas el profesor me pregunta si puedo hacerlas. 

- A pegar botes no me atrevo –le digo. 
- Entonces katas. 

Me pongo con un compañero que también sufrió una lesión de rodilla. Nos deja elegir kata y se me ocurre hacer la última que aprendí, sin caer en que justo compitiendo con esa kata se lesionó mi compañero. Le digo que si no quiere no pasa nada, hacemos otra, pero no le importa, nos ponemos a ella. Extremo la precaución cuando paso de posiciones altas a bajas, para que no me vuelva a fallar la rodilla como en la clase que me lesioné, y parece que todo va bien hasta que simulo la doble patada y a pesar de ir muy flojo me vuelve a doler fuerte la rodilla. 

- ¿Cómo vais? –se acerca a preguntar el profesor. 
- Le ha vuelto a dar –le comenta mi compañero. Yo casi no podía hablar.

La clase estaba acabando, pasamos a la elasticidad. Había intentado, una vez más, resistir el dolor, pero parece que mi cuerpo se rebela ante mi mente y noté que me empezaba a marear. Me concentré en procurar que se pasara la sensación, pero temí caer desmayada al suelo y opté por sentarme apoyada en la pared. El profesor me preguntó si estaba bien, le dije que me mareaba y me dijo que si quería levantar los pies. Buena idea. Apoyé las piernas hacia arriba en la pared y al poco se me pasó. Pero me quedó claro que no podría seguir, de momento, haciendo karate al ritmo normal. 

Y ahora ¿qué? Voy con la faceta psicológica. Por un lado, resaltar que mi compañero se estaba sobreponiendo a sus propios miedos realizando el mismo kata que le provocó la lesión, y eso es fundamental si quieres dejar atrás tus traumas, y por otro, que por mucho que te guste tu deporte, si hay que parar, se para. No te quedes en el corto plazo: si quieres volver, necesitas primero estar bien. Si sigues a pesar de la lesión, puede que no regreses nunca. 

domingo, 2 de abril de 2017

CRÓNICA DE UNA LESIÓN DEPORTIVA

Comienzo este nuevo blog dedicado exclusivamente a la psicología deportiva empezando por una crónica en primera persona, de una lesión deportiva sufrida en mis propias carnes: la del ligamento cruzado, típica de futbolistas y esquiadores, en mi caso producida en un calentamiento en karate. Los artículos están orientados a dar información sobre cómo se puede afrontar una lesión deportiva desde el punto de vista psicológico.   


CAPÍTULO 1: ¡CRACK!


Se lo había oído decir a muchos compañeros y amigos. Cuando algo se te rompe se siente una especie de "crack". Pero también me decían que el dolor era insoportable, la zona afectada se hinchaba y no podías apoyar el pie caso de tratarse una lesión del tren inferior. Así que a pesar de oír ese crujido en mi rodilla y tener esa sensación de rotura, pensé que quizá fuera solo el típico "crock" (con "o") de cuando se recoloca una articulación, por lo que  al remitir un poco el dolor continué la clase con mucho cuidado.

Serían aproximadamente las 20:35 del 6 de Marzo de 2017. Estábamos en el calentamiento, el compañero que corría a mi lado lo estaba llevando y propuso saltar al potro por parejas: uno se pone, el otro salta y cambio. Sé hacerlo, pero mi poca capacidad pulmonar y pulsaciones altas impiden que pueda saltar más de 4-5 veces seguidas porque se me acaba el aire. Buf, me cansa mucho esto, le dije. Bueno, pues salto yo, me contestó. Pasó por encima de mí y luego pensé: ¡qué demonios, si sabes hacerlo, hazlo las veces que puedas y así coges fondo!

      - Ponte, anda -le dije a mi compañero- que te salto.

Para facilitarme la maniobra, se agachó más pero un poco horizontal, sin arquear la espalda y sin meter la cabeza. Ello me obligaba a abrir más las piernas y al elevarme menos porque estaba más bajo erré el cálculo de mi caída y mi rodilla "mala" (la derecha, que tengo un poco metida hacia adentro) crujió. Caí al tatami. Y dolió.

Contados los hechos que provocaron la lesión, vamos con la parte psicológica, aplicada a mí misma que no sólo van a ser mis pacientes los que se beneficien de tantos años estudiando y actualizándome como psicóloga ;)

Lo primero que hice tras notar ese dolor fue evitar el impacto emocional. Es algo que tengo entrenado porque practico habitualmente dos deportes duros, uno por intenso (karate) y otro por agónico (ciclismo). Además, he sufrido dos operaciones con complicaciones (incluyendo que me exprimieron el pus de un punto infectado, no veas cómo duele), otra más también dolorosa (las 4 muelas del juicio de golpe) y accidentes varios como 12 puntos en la cabeza en una caída esquiando. Pero aunque no hayáis pasado por tantas vicisitudes como yo podéis aliviar un poco el dolor mitigando dicho impacto.

El dolor tiene dos componentes: el físico y el emocional. Cuando caí, mi pensamiento fue: “tranquila, aguanta, que se pase, que se pase, seguro que no es nada”. Si llego a pensar: “ay que me he roto” o “qué dolor, esto es malo”, el miedo y la tensión que se generan ante la expectativa de una grave lesión hubieran incrementado el dolor físico. Seguí entrenando despacito y en un desplazamiento volví a notar insegura la rodilla. Incrementé el cuidado hasta que al hacer un kata en el que se pasa de una posición alta a otra más baja se me volvió a ir la rodilla. Me di cuenta de que no podía continuar porque la lesión podía ir a peor. Y algo más.

La amígdala, no la de la garganta, sino esa pequeña porción de cerebro que nos alerta del peligro sin casi pensarlo y moviliza nuestro organismo para reaccionar ante esa amenaza, entró en juego. Un pensamiento fugaz vino unido a esa sensación: “mierda, no voy a poder seguir haciendo karate”. Me entraron ganas de llorar pero las controlé, estaba en clase, y volví a tranquilizarme a mí misma: “vamos, descansa, ve al médico, y a ver qué pasa”. Me duché y regresé a casa. Puse hielo sobre mi maltrecha rodilla. Seguía doliendo pero no era muy intenso. Puede que sea porque aún está caliente. Esperemos a ver cómo está mañana y si va a más doy un parte a la Federación Madrileña de Karate y me voy a urgencias.

Y hasta aquí esos primeros momentos. Continuará...