En el anterior capítulo se me olvidó comentar un trozo de mi
conversación con el médico que me iba a operar. Me comentaba las diferentes
formas en que se repara el ligamento cruzado: autoinjerto vs aloinjerto
(ligamento de un cadáver), y dentro del autoinjerto, de HTH
(hueso-tendón-hueso) o de isquiotibiales (parte posterior del muslo). En mi
caso optábamos por esta última, no obstante me preguntó:
-
¿Qué tal resistes el dolor?
-
Soy karateka –contesté, y al segundo siguiente
supe que me arrepentiría de tal fantasmada.
El autoinjerto es más doloroso porque a la recuperación del
ligamento añades la de la parte de donde te cogen el tejido para injertar. Pero
es más resistente y sin posibilidad de rechazo, puesto que son tus propias
fibras. Los isquiotibiales, en mi caso, se “rebelan” ante la agresión sufrida
haciendo nudos que en rehabilitación te tiene que disolver el fisioterapeuta
con el consiguiente sufrimiento. A eso todavía no he llegado, pero ya me acordé
de la frase cuando, antes de salir del hospital, me quitaron el drenaje…
-
Coge aire por la nariz –me dice el enfermero- y
cuando te diga lo sueltas.
Oh oh. Ya sé lo que viene ahora. Intenta distraerme. Mierda,
a veces me gustaría no ser psicóloga. Me va a doler…
No sé cómo se siente un tiro en la rodilla, pero debe ser
muy parecido. Las estrellas quedaron atrás, vi los anillos de Saturno uno por
uno...😧
Todo había ido bien hasta ese momento. Entré en quirófano
tranquila, puesto que er:a mi cuarta operación, ya sé de qué va, me encogieron
sobre la mesa de operaciones para enchufarme la epidural y debieron verme muy relajada
porque me dice la anestesista
-
Te vamos a dormir sólo de cintura para abajo.
-
No, no, a mí duérmeme entera.
-
Bueno, te sedo un poco.
-
Un poco no, no me quiero enterar de nada, que
parezco muy tranquila pero soy muy sugestionable.
Psicología: conócete
a ti mismo. Yo tengo muy claro que por muy karateka que sea y con capacidad
para relajarme, dada mi profesión, hay un aspecto de mi mente que aunque a base
de exposición se me va pasando, aún no controlo, y es ver operaciones, cortes,
etc. aunque sea en la tele, con lo cual como para verlo en mí misma. He tenido
fobia a la sangre pero a base de sufrir accidentes se me ha pasado, y también a
las inyecciones (superado desde que me pincho la heparina). Así que no vayáis
de “valientes” en situaciones como ésta, que bastante mal rato vais a pasar con
la recuperación de la operación como para sufrir también durante la misma.
Cuando me desperté aún estaba en el quirófano y el médico me
dijo que todo había ido bien, a pesar de que sólo me quedaban unas fibras en el
ligamento que no sujetaban nada. Un rato en reanimación, hasta que regreso a la
habitación y no hay dolor porque no se ha ido aún el efecto de la anestesia. Me
ponen el analgésico en la vía antes de que empiece a doler. Y la pierna tiesa
sobre una almohada. Así toda la noche. Necesité un analgésico más fuerte porque
el Enantyum y el Nolotil no me hicieron nada. El Tramadol en cambio es mágico. Vuelvo a lo de no hacerse los “fuertes”:
no llamé para pedir otro analgésico, pero cuando pasó la enfermera a pincharme
la heparina, le dije que me pusiera ése que no quería ponerme porque dice que
puede dar náuseas, o caso contrario no iba a pegar ojo en toda la noche.
Y ahora viene el momento
pánico. Si, si, para la presumida karateka. El dolor por la retirada del
drenaje me produjo un mareo, como ocurriera cuando regresé a karate una semana
después de la lesión y me volvió a doler la rodilla. Es lo que llaman un
síncope vasovagal que se produce cuando la presión sanguínea desciende y no
llega al cerebro. Lo mismo que me ocurría cuando veía sangre o me pinchaban.
Algunos organismos reaccionan así, y es mi caso. Pasó un rato hasta que me
recuperé del susto, no obstante, estaba deseando ya irme del hospital y quise vestirme y salir de allí cuanto
antes. Craso error. Tenía que haber esperado un poco más.
El médico, que no fue el que me operó sino su padre, me dijo
que podía bajar a la calle directamente con las muletas, aunque el hospital me
ofrecía una silla de ruedas. Bueno, ya sabemos lo que pasa, soy karateka, soy deportista, resisto el
dolor, soy ciclista, tengo fuertes las piernas... vamos a por las muletas.
En mi mente, la imagen de personas que saltan sobre la pierna buena dejando la
otra en suspenso. ¿Qué problema hay?
Je.
Esas personas que yo recordaba llevaban una pierna
escayolada, no vendada. Su pie no llegaba al suelo, lo mantenían en vilo. El mío sí, no podía doblar la rodilla. Imposible
saltar porque me cargo el ligamento reconstruido, la venda no sujeta tanto como
una escayola. Y cómo lo hago. Me puse sobre las muletas
y no sabía qué hacer. Empecé a sudar a chorros y me tuve que sentar en una
silla porque me mareaba de nuevo. Aquí es donde la mente te tortura: madre mía,
si ni siquiera me sostengo en pie, qué duro va a ser esto ¿he hecho bien en
operarme? ¿Y si no me puedo recuperar? ¿Qué va a pasar? Metí la cabeza entre
las rodillas, el mareo no se pasaba. A ver, tranquila, respira, intenta
tranquilizarte, poco a poco...
Me trajeron la silla. Bajé hasta el coche. Me llevaron a
casa. De camino recordé que me dijeron que podía apoyar el pie. Pero vivo en un
tercero sin ascensor…
….
Pin pan. Muleta, pierna, un escalón. Pin pan. Muleta,
pierna, otro escalón. Y ya estoy arriba. ¡Prueba superada! 😊
Moraleja: no os
dejéis llevar por el pánico. Dejad pasar ese momento. Coged aire,
despejaros… e intentadlo de nuevo. Palabra clave: PACIENCIA.
Estupenda narración. Que te recuoeres pronto.
ResponderEliminarUn cordial saludo
¡Gracias, Julio!
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