Tras una Semana Santa saliendo en
bici a diario, pero por llano y con muuucha tranquilidad, acudí a la consulta
de un traumatólogo, especializado en este tipo de lesiones, que me
recomendaron.
- El médico que me atendió me ha
mandado rehabilitación, le convencí de que me operara pero no estaba muy por la
labor. Me dijo que podría hacer vida "normal" pero yo quiero volver a
entrenar karate.
- Es que hay que valorar que es
vida "normal" para cada persona. Antes a partir de los 40 el
ligamento cruzado no se operaba, pero si eres una persona deportista para ti lo
normal es hacer deporte, aunque tengas más de 40 años.
¡¡¡Por fin alguien habla mi
idioma!!! ¡Aleluya!
- Vamos a ver esa rodilla.
Me hizo el mismo test, moverme la articulación
para comprobar si estaba roto el ligamento.
- Relaja la rodilla.
- Si la tengo relajada.
- No, está tensa.
Cogió la otra rodilla y comprobó la
diferencia.
- Vaya que si está roto. Esto es de
operación sí o sí. No hace falta que sigas yendo a rehabilitación, porque
total, vas a hacer lo mismo que cuando te operes.
- Ah, estupendo. ¿Y cuándo sería la
operación?
- En cuanto tengas el
preoperatorio.
Bien. Ni listas de espera, ni
pepinillos en vinagre. Así se habla. Qué tío más majo. Qué diferencia. Señores
médicos, de verdad, ¿tan difícil es ser amable y escuchar al paciente? No
entiendo qué tiene esta profesión para encontrarme más gente antipática que
agradable, más teniendo en cuenta que suele ser vocacional. Qué encanto de
persona. Si trata igual de bien mi rodilla va a quedar de lujo.
Voy con la parte psicológica. Me di
cuenta de un detalle cuando el médico comprobó si el ligamento estaba roto.
Realmente sí estaba tensando, pero lo hacía de forma inconsciente. Creo que los
músculos de mi pierna tienen muy presente que hay algo roto que provoca dolor y
automáticamente se tensan para evitar el daño. Es curioso, además, que a pesar
de ser la típica persona que va corriendo a todos los lados, no me costó
acostumbrarme a no salir disparada. Me he tirado estos dos meses caminando
normal, y con la precaución necesaria para que no me doliera la rodilla. Tanto
es así, que la gente a la que le contaba mi lesión se sorprendía:
- Pero si no se te nota nada, andas
normal.
- Andar sí, pero no puedo correr,
ni saltar, ni rotar la rodilla.
Luego está el tema del tiempo.
Cuando le comuniqué a amigos y familia el día de mi operación, me dijeron
"qué bien, qué pronto". ¿Pronto? ¡Han pasado más de dos meses desde
que me lesioné! El tiempo es muy relativo: cuando esperas algo se hace eterno,
y cuando estás entretenido se pasa rápido. Por eso estoy ahora escribiendo este
artículo... en la cama del hospital, estoy esperando a que me metan en el
quirófano. La suerte está echada...
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