jueves, 18 de mayo de 2017

CAPÍTULO 6: CAMBIO DE MÉDICO

Tras una Semana Santa saliendo en bici a diario, pero por llano y con muuucha tranquilidad, acudí a la consulta de un traumatólogo, especializado en este tipo de lesiones, que me recomendaron.

- El médico que me atendió me ha mandado rehabilitación, le convencí de que me operara pero no estaba muy por la labor. Me dijo que podría hacer vida "normal" pero yo quiero volver a entrenar karate.
- Es que hay que valorar que es vida "normal" para cada persona. Antes a partir de los 40 el ligamento cruzado no se operaba, pero si eres una persona deportista para ti lo normal es hacer deporte, aunque tengas más de 40 años.

¡¡¡Por fin alguien habla mi idioma!!! ¡Aleluya!

- Vamos a ver esa rodilla.

Me hizo el mismo test, moverme la articulación para comprobar si estaba roto el ligamento.

- Relaja la rodilla.
- Si la tengo relajada.
- No, está tensa.

Cogió la otra rodilla y comprobó la diferencia.

- Vaya que si está roto. Esto es de operación sí o sí. No hace falta que sigas yendo a rehabilitación, porque total, vas a hacer lo mismo que cuando te operes.
- Ah, estupendo. ¿Y cuándo sería la operación?
- En cuanto tengas el preoperatorio.

Bien. Ni listas de espera, ni pepinillos en vinagre. Así se habla. Qué tío más majo. Qué diferencia. Señores médicos, de verdad, ¿tan difícil es ser amable y escuchar al paciente? No entiendo qué tiene esta profesión para encontrarme más gente antipática que agradable, más teniendo en cuenta que suele ser vocacional. Qué encanto de persona. Si trata igual de bien mi rodilla va a quedar de lujo.

Voy con la parte psicológica. Me di cuenta de un detalle cuando el médico comprobó si el ligamento estaba roto. Realmente sí estaba tensando, pero lo hacía de forma inconsciente. Creo que los músculos de mi pierna tienen muy presente que hay algo roto que provoca dolor y automáticamente se tensan para evitar el daño. Es curioso, además, que a pesar de ser la típica persona que va corriendo a todos los lados, no me costó acostumbrarme a no salir disparada. Me he tirado estos dos meses caminando normal, y con la precaución necesaria para que no me doliera la rodilla. Tanto es así, que la gente a la que le contaba mi lesión se sorprendía:

- Pero si no se te nota nada, andas normal.
- Andar sí, pero no puedo correr, ni saltar, ni rotar la rodilla.

Luego está el tema del tiempo. Cuando le comuniqué a amigos y familia el día de mi operación, me dijeron "qué bien, qué pronto". ¿Pronto? ¡Han pasado más de dos meses desde que me lesioné! El tiempo es muy relativo: cuando esperas algo se hace eterno, y cuando estás entretenido se pasa rápido. Por eso estoy ahora escribiendo este artículo... en la cama del hospital, estoy esperando a que me metan en el quirófano. La suerte está echada...




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