lunes, 8 de mayo de 2017

NO VALES NADA


Sé que cuando estás riendo, vacilando y tomando copas con los colegas te crees el rey o la reina del mundo.

Es mentira.

Sé que piensas que como eres joven lo suyo es salir a pasarlo bien que la vida son dos días y la juventud se pasa rápido, así que estás en tu derecho.

Es mentira.

Sé que crees que controlas y que puedes con todo y que no va a pasar nada si coges el coche porque asimilas bien el alcohol.

Es mentira.

Todo es una puta mentira (con perdón). El alcohol y las drogas son una puta mentira (perdón de nuevo) que te hacen creer lo que no eres, provocan que huyas de ti mismo y te escapes de tu día a día, más o menos duro, más o menos tedioso, en lugar de soportar el sufrimiento que a veces conlleva el vivir y a luchar por lo que deseas en vez de ahogarte en un cubata. El mar no está en el fondo de un vaso de ginebra, que diría Sabina, ahí sólo está tu propio reflejo de pringado cobarde incapaz de afrontar sus problemas y de pasarlo bien sin machacar su organismo.

Y ahora te cuento lo que es la verdad. La verdad es que esa gente que sale a hacer deporte por las mañanas con su bici, o quien sale a pasear porque le apetece, quien coge el coche con su familia para ir al campo, son personas mucho mejores que tú, que aprenden a disfrutar sin evadirse, a los que no les importa madrugar para tomar el aire y hasta sacan placer del dolor muscular practicando deporte porque buscan su superación. Ellos saben lo que es la vida mucho mejor que tú porque la miran cara a cara.

Acuérdate de ellos antes de coger el coche tras haber bebido o drogarte, porque esas personas que han aprendido a luchar y que tienen, como tú, una familia y unos amigos que les quieren, van a estar en tu conciencia para el resto de tus días si les atropellas o chocas contra ellos. Se acabaron las mentiras si eso ocurre. Tu vida va a ser un horrible infierno por los remordimientos. Ahí te vas a dar de bruces con la realidad, la realidad de tu vida de mierda drogándote y creyéndote el "más guay" por hacerlo.

Como psicóloga, puedo entender a quien se emborracha alguna vez, a quien se droga de cuando en cuando, incluso comprendo a quien lleva de serie el gen de la adicción y le resulta muy difícil dejar de hacerlo. Lo confieso, en mi juventud yo también me he pasado alguna que otra vez. Pero no se me ocurrió coger un coche. Por mí y por quien me encontrara en mi camino errante y loco con el alcohol corriendo por mis venas.  

Esta carta va dirigida no sólo a aquellos que beben y se drogan, sino a todos los que cogen un coche y se creen que controlan tanto que se pueden despistar un minutillo contestando a un WhatsApp, cambiando el dial de la radio o enfrascándose en una discusión sin prestar atención a la conducción. ¿Habéis pensado el daño que podéis hacer si se os va el volante, atropelláis un ciclista, un peatón, u os dais de bruces con el que viene de frente? Quiero que lo penséis cada vez que cojáis un turismo, camión o autobús. Que detrás de cada persona hay una familia, y que el daño que le podéis causar va a estar con vosotros por siempre, que ese sentimiento de culpa no se os va a ir NUNCA. Y que vais a sentir que NO VALÉIS NADA.

Haced que valga. Que vuestras vidas tengan sentido. Y que no lo pierdan en un miserable segundo.



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